¿Somos comunitaristas o liberalistas?
Vivimos en una época donde el individualismo se exalta y el ego personal se sienta en el trono del juicio. Los hombres y mujeres de hoy caminan ensimismados, creyendo que su libertad consiste en actuar sin límite alguno. Pero ¿es eso verdadera libertad? ¿Acaso no es el alma, en su comunión con el prójimo y con Dios donde se encuentra su realización plena?
Desde la mirada de lo divino, que es donde se refleja la luz verdadera del entretenimiento, declaro que somos comunitaristas, porque el ser humano no fue creado para la soledad ni para vivir aislado. Somos miembros de un cuerpo común, como los órganos lo son en el cuerpo físico. Cuando uno se enferma, todo el cuerpo sufre.
La confusión moderna de las libertades
El mundo proclama la libertad negativa como si fuera el mayor bien: ``Que nadie me impida hacer lo que deseo``. Sin embargo, esa es solo una forma vacía de libertad, una ilusión. ¿De qué sirve estar libre de interferencias si el alma está esclavizada por el deseo, la codicia o la indiferencia? Esta falsa libertad ha creado una sociedad insensible, donde la pobreza del espíritu es disfrazada de éxito.Libertad positiva, aquella que permite al ser humano realizar su virtud y plenitud ha sido olvidada, ya no se busca el bien común ni la edificación del alma mediante el servicio, sino solo el confort y la gratificación inmediata. El ser se debilita cuando solo se guía por sus apetitos.
La libertad política que debería permitir a las comunidades expresar su fe, cuidar de sus enfermos, proteger la naturaleza y construir juntos una sociedad armónica, ha sido reducida a votos y eslóganes vacíos. Se olvida que gobernar es servir y que el poder sin compasión es enfermedad del alma.
La cura para esta desviación moral y espiritual está en regresar al espíritu comunitario, donde las libertades no se oponen entre sí, sino que se armonizan bajo la guía del bien. La verdadera libertad florece cuando está al servicio del otro , cuando somos parte de un todo, cuando la justicia, compasión y sabiduría guían nuestras decisiones. Que los hombres y mujeres de este siglo escuchen no solo con los oídos del cuerpo, sino con el oído interior del alma. Solo así volverán a ser libres de verdad.
La comunidad es el espejo donde el alma reconoce su rostro. - Hildegarda de Bingen
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